La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), publicó en julio de 2017 las Directrices para la silvicultura urbana y periurbana, un documento que intenta poner el valor del arbolado urbano sobre la mesa. Mas de 4 años después de su publicación, les compartimos parte de la información recogida en sus páginas.
“Las décadas recientes se han caracterizado por una creciente migración desde las áreas rurales a las urbanas. Como consecuencia, desde 2008 y por primera vez en la historia, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y se ha previsto que este porcentaje aumentará hasta un 70 por ciento en 2050. En su expansión, las ciudades rediseñan y alteran los paisajes naturales, creando microclimas en los cuales las temperaturas, precipitaciones y vientos son diferentes de los de la campiña adyacente.
Todas las ciudades comparten una estructura física similar que comprende la infraestructura “gris” (edificaciones residenciales e industriales, carreteras, servicios y aparcamientos), la infraestructura “azul” (ríos, lagos, estanques y canales hídricos) y la infraestructura “verde” (árboles, arbustos y prados en los parques, bosques, jardines y calles). A fin de remodelar o construir ciudades capaces de responder a los desafíos urbanos, es fundamental optimizar las interacciones entre estos elementos. Se puede definir a los bosques urbanos como redes o sistemas que comprenden todos los arbolados (rodales), grupos de árboles y árboles individuales ubicados en las áreas urbanas y periurbanas; por tanto, se incluyen bosques, árboles en las calles, árboles en los parques y jardines y árboles en las esquinas de las calles. Los bosques urbanos son la espina dorsal de la infraestructura verde que conecta las áreas urbanas a las rurales y mejora la huella ambiental de las ciudades.
Los bosques que se encuentran en y alrededor de las ciudades enfrentan muchas amenazas, por ejemplo, las planteadas por la urbanización no regulada y la falta de inversiones y gestión. Si bien se ha demostrado que las inversiones coherentes en el establecimiento, protección y restauración de los bosques urbanos pueden contribuir a crear un ambiente saludable, dichos bosques en general se aprecian por sus valores estéticos más que por sus funciones ecosistémicas. Los alcaldes, planificadores y demás instancias decisorias sobre asuntos urbanísticos a menudo no son conscientes de los beneficios fundamentales económicos, sociales y ambientales que pueden suministrar los bosques urbanos. En general dan poca prioridad a los bosques urbanos y, por tanto, asignan los recursos presupuestarios a otras áreas cívicas que perciben como más importantes, por ejemplo, la salud, el bienestar y la seguridad. El papel potencial que tienen los bosques urbanos en la mejora de la calidad de vida para los habitantes de las áreas urbanas y periurbanas está muy lejos de ser realizado. A primera vista, el valor de un metro cuadrado de tierra pareciera ser mucho más elevado si se puede utilizar para la infraestructura gris. Sin embargo, se reconoce cada vez más que la infraestructura verde posee también un alto valor (tangible e intangible). Todas las decisiones de planificación urbana deberían tomar en cuenta los beneficios y los costes generales – el triple resultado – de preferir un uso de la tierra en vez de otro. Los administradores públicos deberían percibir sus bosques urbanos como infraestructura crucial que brinda beneficios y valores tangibles que mejoran la calidad de vida, la seguridad y la salud pública. En efecto, el rendimiento sobre las inversiones en los bosques urbanos excede enormemente el coste de instalación y mantenimiento, comparado con la infraestructura gris.”
Ya en 2017 los autores del documento compartido hablaban de la «infraestructura verde» entendida como una parte indisociable del concepto ciudad. En su descripción se incluye, no solo el arbolado urbano (calles, parques…) situados en la propia ciudad, si no el verde, hasta ahora definido como «marginal», que rodea las urbes. Terreno que bien podría empezar a tenerse en cuenta para proyectar plantaciones masivas que brindarían numerosos servicios ecosistémicos a los habitantes. Poner en valor e invertir en estas zonas multiplica los beneficios obtenidos si empezamos a considerar que estos no son solo ecómicos.
Como reza el antiguo proverbio chino: «El mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años, el segundo mejor momento, es hoy».
Jordi Cuyàs Sierra
CTO Belloch Forestal