El arbolado urbano es fuente de calidad ambiental, calidad de vida y calidad paisajística porque contribuye a la mejora del aire y a la regulación térmica y lumínica, facilita la habitabilidad y el confort del espacio público al tiempo que lo humaniza, nos conecta con la memoria filogenética de nuestra especie y con la Naturaleza, organiza la trama urbana, dotándola de identidad, estructura y significado.