La música, del griego, «el arte de las musas» es, según la definición tradicional del término, el arte de organizar sensible y lógicamente una combinación coherente de sonidos y silencios respetando los principios fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo, mediante la intervención de complejos procesos psicoanímicos.
En sentido más amplio la música nace con el ser humano, ya que estaba presente, según algunos estudios, mucho antes de la migración de los primeros grupos que dejaron África hace más de 50,000 años. Es por tanto una manifestación cultural universal.
Tanto que ha sido la herramienta usada por un cuarteto de cuerda en el Gran Teatre del Liceu en Barcelona para que repensemos nuestra relación con la naturaleza y tomemos consciencia de la importancia de la sostenibilidad. Para ello, en la reapertura tras la pandemia, las butacas no las ocuparon personas.
El teatro volvió a inundarse de los compases de la obra “Crisantemi” del italiano Giacomo Puccini. «Un concierto que se perfecciona con la participación del reino vegetal, mientras el hombre es espectador de la crónica social del mismo». Ni famosos ni políticos ni amantes de la ópera, miles de ficus, monsteras, palmeras y otras plantas fueron los testigos presenciales del retorno musical, simbolizando el espacio que la naturaleza ganó durante el confinamiento y cómo el ser humano deteriora los recursos ambientales.
El espectáculo fue concebido por el artista conceptual Eugenio Ampudia durante el confinamiento. Mientras escuchaba con más fuerza que nunca los cantos de los pájaros y veía cómo las plantas de cerca de su casa crecían impetuosas. El creador explicó que su idea fue entrar como hierbas dentro del Liceo para convertirlo en algo vivo. Expresando el poder de la naturaleza y componiendo un poema visual.” A la vez, es una sutil metáfora que nos devuelve una sonrisa”, declaró el director artístico del Liceu, Víctor García de Gomar. Quien también adelantó que todas las plantas oyentes del concierto serán donadas a sanitarios que contribuyeron a frenar la pandemia.
Cabe recordar que durante el confinamiento la contaminación experimentó un importante descenso. Los canales venecianos se tornaron cristalinos y llenos de peces, la bioluminiscencia hizo brillar las playas de Acapulco, tortugas en peligro de extinción pudieron anidar tranquilas en las playas indias, animales salvajes pasearon por las grandes ciudades europeas y, en definitiva. La vida volvió a ocupar el lugar que le corresponde por derecho. La concienciación, sea a través de la información o del arte, es más necesaria que nunca.
Jordi Cuyàs Sierra
CTO Belloch Forestal